sábado, 9 de febrero de 2008

Mamá (1.955, Marchena)



Todos se fueron. La casa quedaba sola. El murmullo bajito, las cariñosas palabras de despedida,
los contenidos sollozos se habían ido apagando y un silencio frío, helado, iba llenando el ambiente.
El cielo blanco por la mañana se hacía gris denso, oscuro. En el jardín no cantaban los pájaros. Parecía que lloraban en lo alto de las palmeras y que las plantas altas y frondosas se inclinaban hacia la tierra sin perfume ni color. Era todo ausente, extraño, vacío.
Días de dolor, de increíble angustia, de cierta esperanza...Mamá estaba allí. Yo le acariciaba su rostro rosado, le decía, le besaba...parecía dormir. Se escuchaba con temor su angustiada y agitada respiración. Un último suspiro, un último latido, un último instante ...¡Increíble! ¡Dios mío! Lo que fue, ya no era. ¡Mamá no estaba allí! Aunque yo le mirase, le acariciase, le hablase. ¡No estaba allí mamá! ¡Qué despedazarse el alma de dolor ante aquella realidad que mis ojos no podían ver al mirar su rostro cada vez más pálido, más sereno en su dormir tranquilo, infinito...!
No estaba allí mamá. Sólo el despojo tan querido de una vida toda; una vida plena que fue todo amor, que ya lo había dado todo, no pudo amar más, ni entregarse más y el corazón ya cansado se durmió, se paró. "...Quién me diera alas como de paloma y volaría y descansaría..." y el lazo se
rompió y el alma quedó libre para volar al cielo.
Se fue mamá. Con el alma purificada, probada, santificada siendo morada de Dios. Y la casa quedó sola,triste y el jardín y el día y el ambiente de la tarde tan lleno de silencio en aquella primera tarde en la casa vacía, sin ella ¡Mi dulce mamaíta! Con los amados recuerdos de su vida toda. Con la nostalgia de su compañía, su apoyo, su descanso... con mi cariño hecho lágrimas fundidas en dolor , en deseos de poder volver atrás para poder dar más y más entrega, ternura y felicidad a quien tanto nos dio en el ejemplo constante de su vida íntegra, sencilla, cristiana, virtuosa, buena...

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