domingo, 3 de febrero de 2008

Reclinada en la tierra (1.958,Marchena)


Reclinada en la tierra fresca a la orilla de un río, sentía el murmullo del agua que corria suavemente por su cauce. Me adormecía su cantar siempre igual; murmullo monótono, alegre y soñador.
Me dejaba llevar de su encanto y poco a poco, mis ojos que miraban un cielo todo azul, se fue ron cerrando adormecidos.
Una quietud perezosa y un bienestar languido e inconsciente, embargan todos mis sentidos.
Dormitaba a la orilla de aquel río, donde el agua clara, saltaba entre las piedrecillas de su fondo cercano a veces, o corría veloz atolondrada entre los grandes pedruscos de una pasada, o se dejaba mecer como en un lago, mientras mientras las ranas chapoteaban juguetonas.
Allí, donde yo me encontraba, semejaba una playita perdida y en la otra orilla opuesta todo era verdor, matorrales juncos y morados lirios.
Junto a mis pies, el agua corría mansamente dejando la transparencia de su fondo, bañado de cielo azul y sol plateado.Tendida sobre la arena, a la sombra de un rosal silvestre, lleno de rosas ligeras perfumadas de aroma campestre y lindísimas en su misma sencillez, me adormecía en una dulcísima quietud.
Me había quedado sola. Las niñas habían ido al próximo caserío, en busca de agua fresca para calmar la sed del medio día. Se fueron apagando sus voces y sus risas y en el silencio de aquel campo, sólo se escuchaba el correr del agua y el suave cantar de los pajarillos en los arboles cercanos.
Pasaron los minutos. Quizás el crujir de una rama o una , o una hoja desprendida, o las risas lejanas de las niñas que volvían, me hicieron despertar del estraño sopor.
Me incorporé y de nuevo quedó mi mirada absorta en la contemplación de aquel río.El agua seguía su curso pasando junto a mí, transparente, alegre, juguetona , siguiendo allá impetuosa impetuosa corriente solteando en su cauce veloz los obstáculos del camino, para luego descansar, deslizándose suavemente entre el verdor del follaje y las revueltas de sus orillas.
Mis labios se movieron en un murmullo, musitando a mediavoz, "Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir..." y mientras repetía una y otra vez estas palabras mis ojos se humedecian, quizás de nostalgia, de dolor, de emoción, o tal vez en la belleza de aquella tarde, solo de amor...

No hay comentarios: