miércoles, 30 de enero de 2008

Atardeceres en la primavera (1.978, Sevilla)




Lléname de tu silencio tarde toda blanca. Inmensa, como inmenso es tu cielo. Lléname de tu silencio que siento cantar a mi alma en tu silenciosa sonoridad.
Pinceladas blancas, grises, rosadas, rojas, anaranjadas más allá de las últimas colinas por donde el sol se ha escondido.
Sólo unos instantes y la tarde se va. Cambian las tonalidades de tu cielo. Se esfuman los colores y queda todo igual. Fundido todo en uno.
Unos de los atardeceres mas bellos. Gris y rosa tu cielo por el poniente. Blancas y suaves son tus aladas nubes sobre el rosado infinito y el rosa loha llenado todo.
Las flores del jardín se han vestido de rosa y las malvas azuladas de las macetas y celinda blanca ¡todo teñido de rosa! La tarde toda rosada en la luz diáfana que se va... que se apaga ante mi mirada atónita y suplicante de que no acaba tanta belleza.
Hoy no habrá color en el atardecer. Termina el día sin luz porque todo el cielo está cubierto de nubes. Han caído unas gotas de agua. Todo desvaído pálido y ausente en la últimas horas de este día silencioso que termina.
Paseo por el jardín. Escucho el cantar de los pajarillos en los arboles cercanos. Los pétalos de las flores mojadas exhalan un cálido perfume. Hoy no las acaricia la luz rosada pero cada flor lucen sus lindísimos colores. Va cayendo la tarde dulcemente. Miró hacia lo alto. El cielo se abre por el poniente en los últimos instantes y una ráfaga de de brillante luz se ha dejado ver. Ya el sol se ocultaba en el horizonte.
Todos los atardeceres me llenan de paz en los bellos y tibios días de primavera.
El cielo está celeste, blanquecino. Nubes grises bordeadas de plata en la puesta perdida del sol. La luz tenue de la tarde se pierde en el verdor de los campos moteados de blancas margaritas. ¡Muere el atardecer!
Ya todo el cielo opaco se duerme en la noche que viene. La cadencia que llena el silencio de la tarde, la hace toda hermosa.


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