domingo, 27 de enero de 2008

Ayer fué un día apagado (1.983, Sevilla)



Ayer fue un día apagado, silencioso, todo gris: el cielo, la tierra, también el alma mía.
No se veía el azul ni en el cielo, todo velado por densas nubes, ni en mi alma agotada en su luz en la intensa lucha cotidiana.
La tierra estaba seca, quemada por los intensos rayos del sol en los pasados meses del estío.
Ha llovido en la noche, pero en la incipiente aurora se escuchaba el rebullir de los pajarillos y se apercibía la luz rosada de un sol naciente.
Mi cabeza estaba dolorida. Como ayer, como siempre. Me levanté cansada y abrí la ventana sedienta de luz. Todo claro el cielo. Pinceladas rosas, celestes, blancas, inmaculadas. Gotas de agua cristalinas en los campos dorados.
En mi alma la esperanza de un nuevo resurgir para vivir en el amor deseado.
¡Ay, el nuevo día, las primeras horas! Que paz en el amanecer! ¡Que feliz en el sentir de mi alma llena de amor y en mi deseo de besar la flor, el alba inmaculada, la brisa suave... y el dulce dormir de mis niños queridos en estas primeras horas de la mañana bella!
Al mirar tu cielo, siento de nuevo deseos de vivir ¡Que hermoso es tu alado amanecer! Que fragancia en tus campos! y que suave tu iímpida luz!

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